Llevo que si todo el mes leyendo el Diario de Ana Frank, aunque no tiene tantas páginas, realmente, es que han pasado demasiadas cosas en mi vida, en fin es lo más hermoso del mundo. La sinopsis dice: “«A pesar de todo, creo que el corazón del hombre es bueno en su raíz», así escribió la niña adolescente en su diario, que se transformó en el símbolo de lucha contra el racismo y la discriminación, Anneliesse Marie (Anne) Frank fue una judía alemana, que dejó constancia en su diario de sus experiencias en un escondrijo o desván construido en un edificio de oficinas, mientras se ocultaba con su familia de los nazis en Ámsterdam (Holanda), durante la Segunda Guerra Mundial. Su familia fue capturada y llevada a distintos campos de concentración alemanes, donde morirían todos salvo su padre, Otto. Anne fue enviada a los campos de concentración nazis de Auschwitz el 2 de septiembre de 1944 y más tarde al campo de concentración Bergen-Belsen. Murió allí de fiebre tifoidea a finales de febrero o principios de marzo de 1945, pocos días antes de que este fuera liberado. Años después, su padre publicó su famosos diario, conocido en español, como El diario de Ana Frank”.
Este diario me engachó muchísimo desde que lo empecé, suelo resaltar frases en algunos libros y neste casi que lo resalto todo jaja, ella tenía trece años al empezar el diario y lo que me encantó fue la elocuencia que tiene al expresar lo que siente, piensa y al describir todo lo que sucedía en el anexo. Cada palabra era impactante para mí, sentí una comunión entre ella y yo, pensaba: “Dios, como quisiera haberte conocido” o “Dios, ojalá pudieras haber vivido más”. Ella tenía tantos sueños, era una joven decidida, tenía planes, soñaba con marcar la diferencia, no sólo repetir la historia de las mujeres con las que convivía, no deseaba limitarse, la cito: “No me resigno a vivir como mi madre o la señora Van Daan, como las mujeres que se dedican a las labores propias de su sexo, destinadas a caer en el olvido”, Ana quería ser recordada, aunque no pudo ser periodista o escritora, como ella relataba y aunque tampoco creía que nadie se interesaría en su diario:
“Las confidencias del patito feo será el título de mis papelotes, El señor Bolkestein y los colecconistas de documentos de guerra no encontrarán gran interés en mi Diario”.
Ana ha podido ser recordada por todo lo que escribió sin intenciones principalmente literarias, todo fue un desahogo, necesitaba un amigo y lo encontró en el papel, porque “El papel es más paciente que los hombres”. Me sentí identificada con todo lo que escribía, aunque tengo 17, siento que en algunos momentos de mi vida me sentí así como ella lo narra, ella vivió la época de la guerra mundial y aunque se veía junto a su familia privada de muchas cosas, pensaba que la vida aún se podía soportar. De verdad, este diario te ayuda a superarte personalmente, a veces hay experiencias en mi vida que sólo me hablan de muerte, de que ya nada va a mejorar, la situación en Venezuela, no alcanza el dinero, no hay comida, tantos desastres... Pero Ana vivió algo peor y hablaba de un después de la guerra, tenía fe en que iba a salir de allí, tenía planes que deseaba cumplir al salir de allí, simplemente me encanta.